Amistad y Redes Sociales

La invasión llegó - Restaurar Sistema

LA CONCEPCIÓN DE LA AMISTAD EN LA ERA DE LAS REDES SOCIALES

RESUMEN

En el siguiente análisis, intentaremos dar cuenta de la aparente tensión que existe entre las “amistades virtuales” (creadas a través de Facebook) y las, para nosotros mal denominadas, “amistades del mundo real”.

Para tal fin, retomaremos algunas conceptualizaciones clásicas de la amistad como utilidad, placer y “bien puro”, definidas por Aristóteles en su tratado Ética a Nicómaco, e ideas del cuerpo utópico de Michel Foucault, las cuales intentaremos adaptar al mundo online que nos atraviesa hoy en día, junto con aportes de pensadores más actuales sobre tecnología, filosofía y redes sociales.

Creemos que al ser un fenómeno nuevo y en constante expansión, las formas de relacionarse al interior de Facebook y el análisis de cómo esta plataforma movilizó nuestras relaciones también en el mundo físico, deberían ser abordadas por ciencias como la Sociología, la Filosofía y la Psicología para teorizar sobre el cuerpo y la virtualidad en nuestra época actual.

Palabras clave: Facebook, redes sociales, virtualidad, amistad, corporalidad.

Posiblemente Mark Zuckerberg jamás pensó cuando imaginó el potencial de Facebook (o tal vez sí) que esta red social se convertiría en el fenómeno masivo que es en la actualidad. Lo cierto es que desde el momento de su nacimiento, en el año 2004, Facebook tomó cada vez más relevancia en la vida cotidiana de los usuarios que, a través de esta plataforma, comenzaron poco a poco a compartir todo tipo de contenidos, intercambiar mensajes personales o crear grupos de conversación privados con más de dos participantes, entre otras interacciones.

Actualmente, Facebook está traducido a 70 idiomas. Según estadísticas de abril de 2017, para esa fecha existían en el mundo más de 1.860 millones de usuarios activos y, en cuanto a la versión móvil, cada día accedían a esta red social más de 1.150 millones de usuarios. Asimismo, se subían a la plataforma más de 300 millones de fotografías al día y, en un minuto, en Facebook se publicaban más de 510.000 comentarios, se actualizaban más de 290.000 estados y se subían más de 136.000 fotografías.

Estos aspectos, entre otros, consiguieron llamar la atención del mundo académico. Fue así que algunos autores, a partir de la masividad de la plataforma, comenzaron a analizar Facebook como un fenómeno social y colectivo, sobre todo luego de que el Diccionario de la Lengua Inglesa aceptara el vocablo friending (“hacer amigos”) en detrimento de la palabra friendship (“amistad”), para definir las relaciones al interior de esta red social, remarcando en forma tajante la diferencia entre los amigos “del adentro” y “del afuera” del mundo virtual en el cual nos inmiscuimos cada vez que ingresamos a la plataforma.

Sin embargo, ¿podríamos sostener esta afirmación en la actualidad, tras el éxito, aceptación y masividad de Facebook? ¿Son los amigos del mundo físico diferentes a los que creamos en el mundo virtual?

A continuación, desarrollaremos un breve recorrido por algunas concepciones clásicas y contemporáneas sobre la amistad, el cuerpo y la virtualidad.

LA BUENA AMISTAD

Aristóteles, en Ética a Nicómaco (obra escrita en el Siglo IV a.C.), posiciona a la amistad como algo que es, en efecto, una virtud o que, al menos, va acompañado de virtud. Es, al decir del estagirita, “lo más necesario para la vida” ya que sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes porque “¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacerlo bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos?» (Aristóteles 2005, 234).

Asimismo, realiza a posterior una distinción entre tres tipos de amistad: dos que serían «accidentales» y una tercera, «intencional».

La primera sería una amistad de utilidad. En este tipo de amistad, las dos personas estarían involucradas no por afecto, sino porque recibirían algún beneficio. Para Aristóteles, esta no comprendería una relación permanente, ya que este tipo de vínculos suelen deshacerse cuando los beneficios se agotan. El filósofo observó que estas amistades utilitarias suelen ser más comunes entre los adultos.

El segundo tipo de amistad se basa en el placer y sería la más común entre jóvenes, amigos que participan de actividades deportivas o que van a celebraciones, beben juntos o van a discotecas. Estas relaciones suelen terminar cuando los gustos cambian, las personas maduran o, simplemente, dejan de realizar esas actividades.

Estos dos formatos de relación serían accidentales y limitados, sin llegar a encarnar del todo lo que significa la palabra amigo, que proviene de la misma raíz que amor (el vocablo griego philos podría definirse de igual manera como “amigo” o “amante”, dependiendo del contexto de la enunciación) (Diccionario Etimológico Etimologías de Chile).

El tercer tipo de amistad, según Aristóteles, sería la llamada “amistad de lo bueno”. En esta amistad se compartiría una apreciación de lo bueno y virtuoso de la vida y no se tendría una razón de sacar algún tipo de provecho, sea utilitario o placentero. Son relaciones que suelen durar toda la vida, siempre y cuando la persona tenga un cierto nivel de bondad. Según Aristóteles, serían solamente pocos los que tienen realmente amistades en el verdadero sentido de la palabra. Personas que carecen de empatía no podrían tener este tipo de relaciones ya que sería necesario entregarse, servir y dar del propio tiempo a la otra persona. Estas serían amistades verdaderamente íntimas y profundas, que además también se convertirían en placenteras y benéficas (Aristóteles 2005, 239).

MUNDOS CONVERGENTES

Existiría una creencia instalada sobre la diferencia entre un mundo presumiblemente real y otro virtual.

Zygmunt Bauman, autor que en más de una ocasión se ha mostrado reacio a las redes sociales, define los mundos online (virtual) y offline (físico) como dos mundos “paralelos y diferentes”. El autor polaco sostiene que el peligro que yace allí (en la virtualidad) es la propensión de la mayor parte de los internautas a hacer del mundo online una zona ausente de conflictos, en donde todos son amigos y reinan los intercambios dichosos. Asimismo, agrega que los usuarios en la red encuentran un sustituto a la sociabilidad y eso hace más fácil no resolver los problemas de la diversidad.

Y si bien esta noción no parecería ser equivocada en ciertos aspectos, creemos que para comprender la amistad en tiempos de Facebook es necesario transitar el camino contrario al de Bauman, tomando al mundo físico y al mundo virtual como convergentes y complementarios, unidos justamente por ser los mismos actores quienes ponen su propio cuerpo (y relaciones sociales) en ambos mundos, trascendiendo esas fronteras que el sociólogo polaco limita tan tajantemente.

El cuerpo físico estaría siendo complementado en la actualidad por un cuerpo digital de carácter virtual dentro de las redes sociales, que modificaría inclusive la comunicación intersubjetiva entre los individuos.

Teniendo en cuenta lo desarrollado hasta el momento, podríamos afirmar que un individuo es un sujeto que habita e interactúa en un espacio físico y, al mismo tiempo, como usuario de Facebook también interactúa con otros sujetos en un espacio virtual, que trasciende el territorio físico. Ello implicaría un abordaje del uso de los espacios virtuales, no como opuesto a los espacios no virtuales, sino como elementos sinérgicos que se retroalimentan el uno al otro.

Por consiguiente, es importante analizar el espacio en cuestión no como físico, sino como real: todo espacio virtual sería también parte de la realidad. Ambos espacios (el virtual y el físico) serían parte de un mismo mundo (el real). Es decir que no podríamos manejar el concepto de la virtualidad casi desde una perspectiva de la fantasía cuando sería algo tan real como el mundo físico.

Considerar los espacios virtuales y no virtuales como opuestos y excluyentes uno de otro, tal y cómo refiere Bauman, no permitiría observar el grado en que tanto uno como otro se retroalimentan y componen a sí mismos.

Por consiguiente, las amistades surgidas en cada uno de estos mundos, podrían ser traspoladas al otro sin demasiado conflicto.

Ejemplos sobran, entre personas que conocemos en Facebook por compartir grupos o aficiones similares y que luego incorporaríamos a nuestras amistades “físicas” (individuos que se reúnen virtualmente por gustar de un mismo estilo musical o simpatizar por un equipo de fútbol y que luego se encuentran en forma física para asistir a conciertos o hacer deporte, por ejemplo) o el camino contrario, personas que conocemos en ámbitos académicos, laborales o situaciones de lo más cotidianas, que luego sumamos a la red social a través de una solicitud de amistad.

INFLUENCIADORES

D. E. Wittkower, profesor de Filosofía y Estudios interdisciplinarios en la Coastal Carolina University (Estados Unidos) se ha dedicado a investigar el cruce de filosofía con nuevas tecnologías.

En el año 2010 compiló el libro Facebook and Philosophy: What’s on Your Mind? (Popular Culture and Philosophy) y allí reunió la opinión de colegas y académicos de diversas universidades del mundo, entrecruzándolas con la lectura de clásicos como Aristóteles y Platón.

Uno de estos autores es Craig Condella, profesor de Filosofía de la Universidad de Salve Regina en Newport (Estados Unidos), a quien retomaremos para nuestro análisis.

Según el autor, la diferencia entre los amigos de Facebook y los de nuestro mundo físico consistiría en que los amigos que conocemos en la red social serían casi siempre fruto de “un proceso instantáneo que presupone la existencia de una relación anterior” sea de la naturaleza que sea (Wittkower 2010, 1).

El friending sería así una de las primera claves establecidas para separar lo que sucede en el mundo virtual de nuestro mundo físico cotidiano. En este caso, sería una operatoria similar a decir en español “somos amigos en Facebook”, frase que, posiblemente, todos comprenderían sin desglosar la diferencia entre mundos.

Para algunos usuarios, el friending vendría a confirmar algo que ya estaba presente en Aristóteles en su política: la sociabilidad natural del ser humano. Dicho en pocas palabras, que nos gusta estar en contacto con otros y establecer lazos de amistad o compañerismo.

Sin embargo, estas relaciones sociales podrían tener poco que ver con aquellas que tenía en mente Aristóteles.

El estagirita pensaba en las relaciones humanas en el sentido de participar activamente en la polis, en estrechar vínculos en búsqueda de hacer de la ciudad un lugar mejor para habitar. No sólo porque decidimos entre todos, sino porque así estaríamos dando a esa vida en común un carácter que, para él, se resumía en un vocablo tan complejo como “ciudad”.

Se trataba, en definitiva, de una forma de vivir que a su vez daba más vida a la comunidad de la que se formaba parte, sin perder de vista ni un solo instante que los intereses de la ciudad estaban por encima de los del individuo.

La propuesta aristotélica sería hoy inviable por varios motivos que excederían el análisis que aquí realizamos, amén de que el filósofo griego no tenía escrúpulo alguno en considerar que sólo un selecto grupo podía participar del pleno derecho en eso que llamamos ciudadanía.

Por consiguiente, si bien podríamos tomar las concepciones de amistad que promulgó Aristóteles hace ya varios siglos, el carácter social del individuo y su rol dentro de Facebook y las diversas redes en las que nos inmiscuimos hoy podrían acercarnos más a Michel Foucault que a la antigua Grecia.

Facebook nació como una forma de compartir contenidos, pero esta primera mirada ingenua habría sido superada por concepciones que lo analizan como un entramado de relaciones de poder, en las que ciertos grupos e individuos viven pendientes de posicionar ideas y productos, entre otros aspectos.

Los ansiados like y shared serían solamente una expresión de superficialidad y de un deseo un tanto extraño: el de lograr la mirada y el apoyo de los demás. Es decir, eso que hoy se podría caracterizarse bajo la posición del influencer.

Los ciudadanos aristotélicos que debatían sus ideas en las polis griegas estarían muy lejos de la actual figura del influencer: nadie estaría pensando en el bien de la comunidad cuando construye su virtualidad en las redes sociales, sino que tras esa sociabilidad online estarían operando otras fuerzas invisibles.

Los miles de seguidores de cada persona en la red se canjearían posteriormente por poder, sea en lo social, en el marketing o en el terreno informativo.

La hoguera de las vanidades de la actualidad no necesitaría más que un dispositivo con conexión a Internet.

LA NUEVA POLIS

En la antigua Grecia existían varios espacios para el encuentro y muchos de ellos se han conservado hasta nuestros días, como las plazas públicas, calles, parques o teatros, remozados en su versión actual.

No obstante, en las sociedades contemporáneas estos sitios parecerían ser solamente un complemento más a otro tipo de vivencias.

Se cree que la sociabilidad virtual anularía, en primera instancia, el contexto.

Enunciamos esto no para reanimar la vieja disputa entre apocalípticos e integrados. No es nuestra idea conceder que Facebook u otras redes sociales estén sustituyendo a las formas “tradicionales” de sociabilización.

Sin embargo, siendo estas un complemento a lo ya existente, estas redes estarían ocupando cada día un mayor espacio y estarían introduciendo mayores dosis de conocimiento, información y (porqué no) dominación entre los individuos.

Según Wittkower, entre nuestras amistades de Facebook estarían incluidas personas que conocemos muy bien y otras de las cuales sólo tenemos noción de su foto de perfil o de lo que ella nos muestra online. Este conglomerado variopinto de nombres y usuarios podría incluir a nuestro mejor amigo del colegio primario que luego se mudó a 900 kilómetros, compañeros de trabajo o personas que conocimos en un club, entre miles de posibilidades más.

Por otra parte, Condella asegura que “Facebook permite hablar, compartir fotos y reírse con amigos con quienes, probablemente, habría pocas posibilidades de relacionarse. Pasar cada día una o dos horas en Facebook es para mí un tiempo bien aprovechado” (Wittkower 2010, 7).

Esta red social, como nueva polis moderna y discursiva, es analizada por Condella a partir de Aristóteles, cuando indica que la plataforma ignora a la categorización en tres tipos de amistad. “Si revisamos nuestras relaciones del pasado tendríamos que admitir que muchos amigos tienen fecha de caducidad y son circunstanciales” (Wittkower 2010, 3).

Es así, que sería realmente un camino natural el que muchos individuos entren y salgan de nuestros vidas en más de una ocasión, que el círculo de amistades se contraiga y expanda sin que nosotros tengamos noción de ello más que al momento de mirar hacia atrás con nostalgia (o no) y, tal vez, enviar o recibir una solicitud de amistad en Facebook de aquella persona que habíamos olvidado.

Si perseguimos la idea de Condella, entonces, tendríamos que sostener que solamente podríamos dedicarnos en cuerpo y alma a un reducido grupo de amigos, acercándonos tal vez un poco a la tercera concepción aristotélica de la amistad: el valor de un amigo en sí mismo.

La principal alteración que habría causado esta red social al universo de la amistad es que estaría permitiendo reconectar artificialmente con amigos que ya estaban fuera de nuestras vidas.

Probablemente, estas personas a las que hace décadas que no vemos serían individuos con los cuales no tendríamos tópicos actuales de conversación, más que el “ponerse al día” de rigor. Caso contrario, extraño sería que hayan desaparecido de nuestro entorno.

Asimismo, podríamos ignorar su solicitud de amistad pero, ¿quién quiere herir los sentimientos de un antiguo compañero de colegio? Parece mucho más sensato tener unos breves intercambios de cortesía y luego volver al silencio anterior.

Tras poner en común estos pensamientos, estaríamos en condiciones de afirmar que Facebook podría llegar a funcionar como una forma de unir en un único ágora a las amistades accidentales y las intencionales; las que serían por placer y por utilidad, así como también a las que llegan a través de la virtud y el bien.

La teoría de Condella es que entre los individuos que vamos encontrando en la vida y los ex amigos con los que Facebook nos obliga a reconectar estamos saturados y, aunque les dediquemos mucho tiempo, nos dispersamos y no conseguimos cultivar amigos verdaderos en el sentido aristotélico del término (Wittkower 2010, 5).

Nosotros pensamos lo contrario. La red social nos estaría permitiendo establecer jerarquías de amistades dentro de su interior. Tendríamos allí los amigos del pasado, los amigos circunstanciales, los amigos “de verdad” y, por último, la gente que ni siquiera es amiga nuestra, pero que por una u otra razón está entre nuestros contactos. Lo que hacemos o no hacemos con ellos es otra cuestión diferente a si son amigos nuestros o no lo son. Inclusive, la misma red social posee diferentes tipos de herramientas que nos permiten establecer esas jerarquías mencionadas: silenciar conversaciones, ocultar los posts de contactos (sin que ello implique eliminarlos de nuestra lista de amigos), ver primero a los que consideramos “favoritos”, etc.

FOUCAULT, PODERES SECRETOS Y FUERZAS INVISIBLES

El teórico social y filósofo francés Michel Foucault propone, en dos conferencias radiofónicas pronunciadas los días 7 y 21 de diciembre de 1966 a través de France-Culture (posteriormente corregidas y editadas en formato libro bajo el nombre El Cuerpo Utópico. Las Heterotopías, 2010), el concepto de “cuerpo utópico”.

Si transportáramos arbitrariamente sus ideas sobre estos temas al mundo actual de las redes sociales, podríamos afirmar que los usuarios se ubican a sí mismos como cuerpos utópicos dentro de Facebook. Así, todas las operaciones al interior de la red social, que hemos venimos describiendo anteriormente, implicarían “hacer entrar al cuerpo en comunicación con poderes secretos y fuerzas invisibles” (Foucault 2010, 13).

Cada elección al interior de la red social, cada estilo que queramos adoptar, cada gesto, posicionamiento corporal, movimientos que realizamos en actos de habla, en la mesa de un bar con amigos, cada tatuaje o piercing, depositarían sobre el cuerpo todo un lenguaje, enigmático, secreto, sagrado, “que invoca sobre ese mismo cuerpo la violencia del dios, la potencia sorda de lo sagrado o la vivacidad del deseo” (Foucault 2010, 13). En la vida cotidiana, cuando estamos “a la caza de amistades”, estaríamos imbricados en relaciones con otras personas en las cuales pondríamos en juego constantemente este repertorio.

Sin embargo, no deberíamos circunscribir solamente este tema al aspecto físico: siguiendo a Foucault podríamos afirmar que la ilusión, por ejemplo, es una fuerza que nos mueve y motiva. La atracción hacia otros cuerpos, asimismo, sería uno de esos poderes con los que entramos en contacto.

No siempre, por consiguiente, estos son de un mundo o de otro. Los encontraríamos dentro de la virtualidad, pero también dentro del mundo físico.

Justamente, al ubicarnos dentro de Facebook como el cuerpo utópico que describe Foucault en su análisis, también nos estaríamos comunicando con fuerzas que nos posicionan como actores dentro de esa red.

Sin lugar a dudas, la comunicación intersubjetiva presente en Facebook se relacionaría y, al mismo tiempo, se diferenciaría con la comunicación cara a cara o con la simple llamada telefónica: se comparte un mismo código lingüístico pero la situación comunicacional sería diferente, multimedial, no sería sólo mediante textos, sino también a través de imágenes, audios, videoconferencias e, inclusive, los famosos emojis.

Por otro lado, Facebook también nos ubicaría como sujetos deseantes y de deseo. En las redes sociales, el anonimato y la intimidad ceden ante el deseo de fama y popularidad, sobre todo en adolescentes.

Efectivamente, todas estas pequeñas decisiones, en apariencia inocentes, situarían al cuerpo en otro espacio, lo harían entrar en un lugar que no tiene ningún lugar directamente en el mundo, a un espacio imaginario “otro” y a comunicarse con otros cuerpos, como describe Foucault que sucede con las utopías.

Al interior de estas relaciones y de estos espacios, estaríamos desplegando todo un bagaje con el cual interactuamos, nos dejamos atravesar por y atravesamos esos poderes y fuerzas a las que hacíamos mención.

Al situarnos en Facebook, nos relacionaríamos con personas que tal vez no conocemos en el mundo físico (y que tal vez nunca llegaremos a conocer), compartimos información (a veces privada), colaboramos con la generación de contenidos, tenemos la posibilidad de participar en movimientos sociales, de realizar negocios con otros usuarios o contactos profesionales, entre otros aspectos.

Asimismo, ingresar a este mundo online podría reforzar y ayudar a construir nuestra propia identidad, a cubrir aspectos físicos y psicológicos de cada uno que se proyectarían a través de las impresiones que publicamos en Facebook.

Todo este bagaje sería demasiado tentador a la hora de construirnos allí como sujetos activos en la virtualidad.

Contrariamente a lo que piensa Bauman, las redes sociales no omitirían así nuestro cuerpo físico ni serían algo diferente, sino que lo complementarían y lo harían ingresar en otro territorio, en otro juego de interacción con los demás, el cual repercutiría asimismo en nuestro mundo físico.

Cada foto que subimos a nuestra biografía, cada texto propio o ajeno que colocamos allí, citas de poemas, emojis, videos musicales o cualquier ítem que elijamos compartir con nuestros contactos, depositaría sobre nosotros mismos (sobre nuestro cuerpo virtual) todo un lenguaje, un código compartido, que situaría al cuerpo en otro espacio, lo haría entrar en un lugar nuevo, un “espacio imaginario otro” que, al mismo tiempo, también nos pondría en contacto con otros cuerpos “amigos”.

Es así como dentro de este tipo de redes sociales nos entrecruzarían algunos de estos poderes invisibles y espacios en los cuales nos situamos, más cercanos a lo psicológico o ideológico, que son estos grupos de pertenencia, comunidades por afinidad de gustos o, simplemente, por deseos de “ser como alguien que no somos”.

Habría que atender entonces a qué espacio virtual ingresarían esos usuarios con esta construcción, si es posible mantener este personaje en el espacio y en el tiempo cronológico del mundo físico y qué tipo de relaciones pudieran llegar a crearse en este último, ya que a menudo las fronteras entre Facebook y nuestro mundo pueden trastocarse fácilmente y los amigos del interior de la red social pueden volverse amigos (en cualquiera de los tres sentidos aristotélicos del término) en nuestro mundo físico.

COROLARIO

En el campo de las redes sociales e Internet, al estar todavía dentro de “lo novedoso”, es difícil encontrar un marco teórico que promulgue planteamientos filosóficos al respecto, al menos en profundidad. Más aún en lo que refiere a meditaciones profundas sobre la materialidad volátil dentro de la que se construye el mundo virtual, sobre la corporalidad y las relaciones al interior de la red.

No obstante, las redes sociales y Facebook no son, a estas alturas, un fenómeno para dejar de lado.

Se haría así necesario un abordaje desde la Filosofía y Sociología, disciplinas que junto con la Psicología podrían ayudar a explicar algunos (o varios) de los aspectos antes mencionados.

Uno de los autores con los que ejemplificamos parte de este recorrido, Craig Condella, refiere que, sobre la base del concepto aristotélico de amistad, a través de Facebook podríamos llegar a cultivar una amistad de utilidad y de placer, pero nunca una amistad en sentido genuino, ya que el contacto virtual sería insuficiente para una amistad genuina.

Está de más decir que en la época de Aristóteles no existía ni Facebook ni Internet pero, amén de este faltante, Condella asegura que existe algo que podríamos llamar la “amistad en sí”, que es independiente de las condiciones espacio-temporales. Una suerte de “esencia de la amistad” (Condella 2009, 4).

Creemos que, efectivamente, la idea aristotélica de amistad es una construcción de la Atenas del siglo V a.C. pero también que Condella, al tomar estas ideas para entender la amistad en épocas de redes sociales, estaría forzando los conceptos de una manera que resulta útil pero insuficiente para definir un sistema de intercambios humanos tan complejo como lo es Internet.

Creemos así que Facebook podría funcionar como una forma de unir en un solo espacio (virtual) a toda las amistades posibles según Aristóteles: las que serían por placer y por utilidad, así como también a las que llegan a través de la virtud y el bien. Todas ellas, inclusive, sean de uno u otro grupo, podrían traspasar al mundo físico por algún motivo particular.

Por otro lado, Condella escribió su artículo hace ya casi una década. Es menester añadir entonces que, en esta época de cambios acelerados, el uso de Facebook, así como también la amistad al interior de la red social, se han tornado diferentes y complejos.

Si tomamos como ejemplo la tesis del autor, estaríamos asumiendo nuevamente la postura de Bauman, llevando al contacto virtual como algo completamente opuesto al físico, y no complementario y convergente, con lo cual dejaríamos de lado toda una dimensión de juegos, poderes y fuerzas que nos llevaron a pensar en Foucault y sus redes de poder.

Este punto también podría ser discutible por el hecho de que en la actualidad han crecido y se han desarrollado al interior de la plataforma diversas comunidades de intereses en común, grupos de viajes, ocio y trabajo, amén de utilidades propias de Facebook como la transmisión de videos en vivo, con lo que se podría tener contacto con familia y amigos a distancia, mostrar algún evento en particular o cada situación que, a nuestro criterio, creemos que debería ser transmitida.

Asimismo, siguiendo a Bauman, postular al mundo online como una zona ausente de conflictos, en donde todos son amigos y reinan los intercambios dichosos sería subestimar el uso actual de la red, por las razones anteriormente expuestas.

Y si bien es cierto que Facebook muchas veces se estaría llenando de individuos que, en apariencia, son sólo un número en un contador de “amistades virtuales”, muchos de esos contactos que conocemos al interior de la red se vuelven definitivamente compañeros de aventuras en el mundo físico, superando la frontera entre los mundos offline y online. Inclusive personas que jamás vimos en nuestras vidas pero que mantienen contacto virtual con nosotros a través de la plataforma, podrían llegar a despertar en nosotros un sentimiento tan puro como la amistad aristotélica.

Por consiguiente, podríamos afirmar que no importa en qué mundo nazca la amistad, ya que siempre se podría llevar el vínculo hacia lo virtual o lo físico, si realmente creemos que vale la pena vivir esa relación.

Forzando los conceptos, los poderes y fuerzas invisibles a los que refiere Foucault se pondrían en juego cada vez que ingresamos a Facebook, así como también cada vez que asistimos a un restaurant, discoteca o a una sala repleta de personas que entablan una conversación, sea esta virtual o en el mundo físico.

El cuerpo humano, como actor principal de todas las utopías realizarías varias operatorias con el fin de evadir el cuerpo propio (desde crear un perfil en Internet, hasta el maquillaje, los tatuajes o la simple elección de dejarse crecer la barba o no). Todas estas operaciones no implicarían adquirir otro cuerpo diferente, sino que involucrarían esas fuerzas invisibles que nos posicionan frente a otros y frente a nosotros mismos.

En la vida cotidiana, estaríamos imbricados en relaciones con otras personas en las cuales pondríamos en juego constantemente este repertorio.

Sin embargo, no deberíamos circunscribir solamente este tema al aspecto físico: siguiendo a Foucault podríamos afirmar que la ilusión, por ejemplo, es una fuerza que nos mueve y motiva. Los deseos de viajar, los deseos de saber, la atracción hacia otros cuerpos, asimismo, todos serían fuerzas y poderes con los que entramos en contacto.

No siempre, por consiguiente, estos son de un mundo o de otro. Los encontraríamos dentro de la virtualidad, pero también dentro del mundo físico.

Por otro lado, el perfil que creamos de nosotros mismos dentro de Facebook nos abre a un mundo nuevo en el cual no estamos físicamente, pero en el que intervendrían esas fuerzas y poderes que nos afectarían tanto a nivel virtual como a nivel físico. Justamente, al ubicarnos como un cuerpo utópico dentro de Facebook, también nos estaríamos comunicando con fuerzas que nos posicionan como actores dentro (y fuera) de esa red.

Tomamos determinadas actitudes que van desde vencer la timidez que puede generar un contacto cara a cara hasta la posibilidad de interactuar con personas de otros países, otras culturas, otras lenguas o formar parte de comunidades de intereses diferentes a lo que nos ofrece lo local.

Es así como concluimos, siguiendo el pensamiento de Foucault sobre el cuerpo utópico, que Facebook no omitiría nuestro cuerpo físico, sino que lo haría entrar en otro territorio, en ese juego de interacciones con los demás descripto anteriormente, que repercutiría al mismo tiempo sobre nuestro mundo físico, llevándonos a tomar decisiones o realizar actos físicos a partir de sucesos online. Y así es como también surgirían esas amistades, e inclusive amores, traspasando la delgada frontera que une ambos mundos convergentes.

Quizás una de las mayores virtudes de Facebook para este fin sería que en un único lugar, tras la pantalla de nuestro dispositivo, posicionándonos como actores e interactuando con poderes y fuerzas invisibles, podríamos llegar a reunir un grupo heterogéneo de individuos entre los cuales podríamos tener amistades útiles, amistades placenteras y, por último, amistades en el sentido más puro del término.

Es importante volver a destacar que con el avance de las nuevas tecnologías, nuestra vida diaria también se desarrollaría dentro del mundo virtual y no sólo en el físico. Ambos conformarían las dos caras de una misma moneda, indivisibles, que se retroalimentarían la una con la otra.

Por tales motivos, quizás friending y friendship sean también, al fin y al cabo, dos caras de una misma moneda.

REFERENCIAS CITADAS

- Aristóteles (2005), Ética a Nicómaco. Clásicos de Grecia y Roma, Alianza Editorial. Traducción de José Luis Calvo Martínez. Madrid, España.

- Artusa, Marina (2014). “Vivimos en dos mundos paralelos y diferentes: el online y el offline”. Entrevista a Zygmunt Bauman. Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina. Consulta [01-09-2016] en http://www.clarin.com/edicion-impresa/Vivimos-paralelos-diferentes-online-offline_0_1169883075.html

- Condella, Craig (2009). “Why Can’t We Be Virtual Friends?”. Consulta [17-12-2017] en http://www.univforum.org/es/article/why-can’t-we-be-virtual-friends

- Diccionario etimológico Etimologías de Chile. Consulta [17-12-2017] en http://etimologias.dechile.net/?filantropi.a.

- Foucault, Michel (2010). El Cuerpo Utópico. Las Heterotopías. Traducción de Víctor Goldstein. Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina.

- Las redes sociales en números: WhatsApp, Facebook, Instagram y Twitter. Consulta [20-04-2018] en https://blogthinkbig.com/las-redes-sociales-en-numeros-whatsapp-facebook-instagram-y-twitter

- Vázquez, Karelia (2012). “Facebook y la Filosofía”. El País, Madrid, España. Consulta [06-01-2018] en https://elpais.com/tecnologia/2012/01/18/actualidad/1326911576_655141.html

- Wittkower, D. E. Facebook and Philosophy: What’s on Your Mind? (Popular Culture and Philosophy) (2010). Open Court Publishing Company, Chicago, Estados Unidos. Versión E-Books Google Académico. Consulta [12-11-2017].

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Este artículo fue publicado originalmente en la Intersecciones en Comunicación Nº 12, Ciclo 2018, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN.

Pueden acceder a una versión online en: https://www.soc.unicen.edu.ar/images/editorial/intercom12/07_aratta.pdf